En junio comenzará a funcionar una nueva red europea que permitirá de conexiones de hasta 75 megas en los aviones que sobrevuelen el continente.
Lo de tener WiFi a 10.000 metros de altura tiene, aún en 2018, tintes que le hacen parecer un unicornio. La gran mayoría de los que han llegado lo han hecho con esos bonos gratuitos, minúsculos, que más que parecer dicho animal fantástico se asemejan a un potrillo famélico incapaz de soportar nada sobre su lomo. Las experiencias suelen resumirse en una velocidad irrisoria que apenas da para unos pocos minutos, que nos retrotrae a la época de los comienzos de internet doméstico. Si pasas por caja puedes estirar el chicle pero hacerlo, no nos engañemos, sale caro. Muy caro.
Pero, ¿cómo es posible que 14 años después de que Boeing pusiese en circulación la primera aeronave con conexión WiFi sigamos teniendo que conformarnos con el ‘modo avión’ en la gran parte de los trayectos? Se trata de una amalgama que incluyen factores económicos y factores técnicos que retrasan la adopción de esta tecnología.
Pues bien esto podría cambiar en Europa a partir del próximo verano. ¿Cómo? Con la puesta en juego de la EAN (European Aviation Network). Y esto… ¿qué es? Pues es una nueva red diseñada para proveer conexión para las comunicaciones en pleno vuelo.
El invento ha sido obra de uno de los principales jugadores del sector de los satélites, la firma británica Inmarsat. El primer cliente que hará uso de esta nueva infraestructura será el holding IAG, que aglutina a sus compatriotas de British Airways así como a Iberia, Air Lingus y a Vueling.
Los responsables del proyecto, en el que también está involucrado Deustche Telekom, llevan poniendo en órbita diferentes satélites desde septiembre de 2017. Todo para construir una red que prometen será capaz de ofrecer velocidades de descarga de hasta 75 megas por segundo. Esto supondria unos guarismos superiores a las conexiones de las que disfrutan algunos usuarios en sus casas. Además, desde la firma británica aseguran que este sistema está preparado para escalar progresivamente y ser capaz de ofrecer en el futuro 4G.
El WiFi no cae del cielo
Pero aquí el WiFi no cae del cielo. No únicamente, al menos. La EAN cuenta con un buen número de satélites para proveer de conectividad a los aviones pero también lo hace con antenas situadas en tierra. Y aquí es donde entra en juego Deutsche Telekom –la mayor teleco teutona– que ha recibido el encargo de desplegar, a lo largo y ancho de treinta países europeos un total de 300 estaciones base, que han tenido que ser especialmente diseñadas para estos fines.
La mecánica que incluyen los mástiles –obra a su vez de Nokia (el gigante de las redes, no la Nokia de los móviles, que son negociado de HDM)– son una pequeña obra de ingeniería capaz de proporcionar señal a un dispositivo que viaje en el interior de una cabina que está a 10 kilómetros de altura.
Y no hay que olvidar que se mueven a 1.200 kilómetros por hora. Según los responsables de Inmasart este sistema mixto permitirá evitar también los problemas de saturación cuando hay grandes picos de demanda, con varios vuelos en el entorno de un gran aeropuerto por ejemplo.
“Si hay un gran número de conexiones, hacer uso sólo de satélites ubicados a miles de kilómetros es un reto tecnológico mayúsculo”, aseguraban los responsables de Inmarsat durante la prueba hecha hace unas semanas en Barcelona, donde realizaron una vídeollamada para conectar con el pasaje de un vuelo en directo. Este sistema, de antenas situadas en tierra firme, ya es utilizado en EE.UU., donde las cifras oficiales estiman que ocho de cada diez vuelos domésticos o regionales ofrecen el servicio de WiFi a bordo.
(Fuente: El Confidencial)